Advertencia: Esta entrada sobre historia me ha salido un pelín más larga de lo normal y es una frikada personal. No tiene ninguna pretensión académica ni de sentar cátedra.
En mi perfil de LinkedIn tengo una cita de Ortega y Gasset: «Cada vez que enseñes, enseña también a dudar de aquello que enseñas«. Esta ha sido y es mi filosofía como profesor, artista y persona: animar a quien tenga delante a mirar la realidad con curiosidad escéptica.
Hace años impartía clases de Historia del teatro, donde hablaba del teatro como manifestación literaria y como práctica escénica. Tuve la suerte de dar clases en la escuela del Teatro del Arte de Moscú en Århus, Dinamarca. En mis clases unía teatro, historia del arte, política y contracultura, lo cual para mí es la mejor manera de contextualizar el teatro.
Me encantaba ver las caras de mis alumnos cuando comenzaba la primera lección diciéndoles «no os creáis nada de lo que os voy a contar«, con una charla que voy a reproducir aquí (aunque sea a modo de apuntes). Lo que te cuento no es un «todo es mentira«, sino un «quizás no sea la verdad«. La primera frase cierra la puerta al diálogo, la segunda la abre.
¿Cómo llegó un texto teatral de la Grecia clásica hasta nuestros días?
Tiene mandanga eso de hablar de las «tragedias completas» de Esquilo, cuando nos quedan 7 (con ciertas lagunas) de las que presuntamente escribió, ochentaymuchas o quizás noventa.
La conciencia de «crear» historia va de la mano de la civilización, pero la forma y rigurosidad no. Las vidas de personajes ilustres pasaban a menudo a los archivos asociadas a momentos históricos. De Eurípides, por ejemplo, se dice que nació cuando tuvo lugar la batalla de Salamina (otros dicen que no, claro).
Los biógrafos del siglo III a.C. pensaban que la edad madura de un poeta (hombres en aquel entonces) era 40 años, las obras previas a esta edad no se consideraban de interés para la posteridad. Y no entro aquí en intereses puramente políticos o religiosos para alterar la historia, que si no no acabo nunca.
Las obras griegas se escribían en papiro (de difícil conservación) y en forma narrativa, sin comas ni acentos, y con indicaciones para música y coreografía. La tragedia griega, se cree, era más parecida a la ópera que al teatro.
La idea de «registro» no existía hasta que Licurgo de Atenas estableció un archivo donde los poetas debían depositar sus textos (aprox. 330 a.C), para proteger las obras de las alteraciones realizadas por otros. Eurípides, el último de los grandes dramaturgos griegos, murió unos ochenta años antes de la creación de este archivo. No podemos estar seguros de que los textos sean los originales.
Muchas de las obras griegas fueron recopiladas en la biblioteca de Alejandría para ser estudiadas y revisadas. La biblioteca ardió en el siglo I, y mucho de lo que sabemos de las obras desaparecidas se lo debemos a resúmenes de los estudiosos. En el siglo II, se hacían recopilaciones de 7 o 10 obras de los autores clásicos, en orden alfabético. Las obras que nos hayan quedado del tiempo anterior son casi que aleatorias…
Los griegos se estudiaron en el Imperio Romano, pero cayeron en desuso: en el mejor de los casos se leían, pero no se representaban. El Imperio Bizantino (ss. IV-IX) tampoco mostró gran interés en los autores griegos. Muchos de los pergaminos de piel a los que las obras habían sido transcritas se estropearon o destruyeron.
Los primeros textos teatrales del siglo X, de la religiosa Hroswitha, son en latín y beben de la influencia latina. Entre los siglos X y XV hubo un renacer relativo del interés por el teatro griego, pero con dos importantes matices: versiones reducidas (y un máximo de tres obras por autor) en los códices, y traducidas/adaptadas por monjes. Recortadas y censuradas, quizás sean algunas de las versiones que perduran hoy.
Fue a comienzos del Siglo XVI que estas obras comenzaron a imprimirse, pero por humanistas en vez de filólogos, con el consecuente rigor. Se cree que muchos «adaptaron» o rellenaron huecos que faltaban en las obras clásicas. Y si te contara salvajadas e incertidumbres de los Siglos de Oro español e inglés alucinarías, pero es que ya me estoy extendiendo mucho.
En el Siglo XXI seguimos descubriendo civilizaciones y artistas que no conocíamos, y no sabemos tanto acerca de lo que creemos que conocemos. La historia, como las demás ciencias y las artes, fracasa constantemente en su intento de representar una realidad inconmensurable. La historia se mueve por caminos misteriosos, y esgrimirla como verdad absoluta es un peligro del quince, además de una estupidez.
Perdón por el peñazo.
Jorge Rivera
Director y vividor, cuando me dejan.
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mvt 14/06/2020
Me ha encantado, quizás porque estoy de acuerdo en que no me creo casi nada de los libros de historia, de adolescente no comprendía porqué rechazaba la asignatura de historia, de adulta comprendí que era porque me contaban muchas fantasías.
JRivera 14/06/2020 — Autor de la entrada
Bueno, cuenta verdades y mentiras. Por eso precisamente hay que mirarla críticamente, sobre todo para aprender de ella. Ni todo es cierto, ni todo es falso…
Daniel Mateos Chatin 15/06/2020
Perdonado el peñazo, faltaría más. Siempre me ha interesaso la «historia» que no se conoce, o bien porque se ha perdido o bien porque (voluntaria o involuntariamente) se ha tergiversado.
Errores de traducción, errores de copia, censura explícita de textos, quema de libros…
Esto es un poco como la máxima aquella que dice que la historia la escriben los vencedores, siendo aquí el vencedor el inexorable paso del tiempo y de lo que de este resulta.
El tiempo lo modifica todo.
Ah…me hubiera encantado acudir al teatro de Dionisos a ver una tetralogía en el 427 a.c y echar allí el día entero a la sombra de la Acrópilis; con su drama satírico incluído (creo que no se conserva ninguno, ¿no?), sus coturnos, su timele, su catarsis, sus periactos y un enorme cartucho de pipas de Tesalónica, las mejores de toda la Hélade.
JRivera 15/06/2020 — Autor de la entrada
Que recuerde, de dramas satíricos se conservan El Cíclope y otro más, pero no me fío de mi memoria.
Las trilogías no las inventó Hollywood, sino los griegos, como tantas otras cosas 😉