Otra de esas frases que hemos oído y oímos durante la dichosa pandemia: «Todo va a salir bien». Segunda tanda de «lugares comunes». Puedes leer la primera aquí.
Yo entiendo que a lo largo de la historia muchas personas hayan poclamado que todo va a salir bien. Creo que es un mecanismo de supervivencia para algunos. Aferrarse a los mantras de la psicología positiva para tirar p’alante, o «sindromizar» lo que sentimos, nos sirve para regular nuestra conducta más que para comprender qué nos ocurre y por qué. Ojo, no digo que esté mal, solo que a mí no me sirve, como escéptico que soy. Pero yo soy de los que piensan que hay que comprender para aprender y cambiar.
Personalmente no creo que «todo vaya a salir bien», ni afirmo que «cada crisis encierra una nueva oportunidad». Para mí esto es reducir la compleja realidad a un mínimo que raya lo ridículo. ¿Quién puede decirle estas frases a quien ha perdido un miembro de la familia o un amigo? ¿O su trabajo? ¿Oportunidad de qué? ¿Bien para quién?.
Está claro que ha ocurrido un gran cambio, y muchos apelan a que «donde se cierra una puerta, se abre una ventana«. Pero hay razones para que existan puertas y ventanas, y no son la misma cosa. Estas frases son premios de consolación o, en muchos casos, engañifas positivistas.
No digo que haya que ser pesimista, nihilista o cualquierotroista, pero sí pienso que hay que tomar conciencia y reflexionar a cada momento sobre qué significan estos cambios, y cómo determinarán nuestro siguiente paso. Hay que tener conciencia y esperanza. Templanza es para mí la palabra clave.
Pienso mucho en cómo ciertas visiones e ideas son tachadas de negativas simplemente por ser críticas ante la visión predominante, que quizás sea ya de un romanticismo obsoleto o simplemente de un capitalismo galopante. Me han tachado de negativo muchas veces, casi tantas como lo han hecho de optimista empedernido.
El psicólogo danés Svend Brinkmann cuestiona entre otras cosas la continua búsqueda de la felicidad y el ensalzamiento de lo creativo, lo especial y brillante. Él quiere llamar la atención sobre lo anodino, lo pequeño, que muchas veces es lo que hace que nuestra mente y nuestra sociedad funcionen. A veces hay que plantarse y no dejarse llevar por el torbellino del mundo, hacer un ejercicio de introspección.
Conciencia y esperanza, decía. ¿Y si de repente nos damos cuenta de que la felicidad está precisamente en no ser especial, en esos pequeños momentos de insignificancia como un café o un pincho de tortilla? ¿Y si fuésemos conscientes de que somos nada en el Universo? ¿De que no todo va a salir bien?
Creo que si algo salió bien o mal es algo que solo se puede decir desde la distancia, y dependerá de sesgos y reinterpretaciones. Ya lo dije en otro post, y antes que yo el filósofo Kierkegaard lo dijo más bonito: «La vida se vive hacia adelante y se entiende hacia atrás«.
Jorge Rivera
Director y vividor, cuando me dejan.
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