A lo mejor crees que hablo de política, pero no. Te voy a hablar de arte y vida, de verosimilitud y credulidad voluntaria.
En 1817, el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge escribió en su Biographia Literaria sobre «la voluntaria suspensión de la incredulidad que constituye la fe poética«.
Para mí, este término es fundamental en el arte (o al menos para su disfrute), y está relacionado estrechamente con la verosimilitud de la que hablaba Aristóteles en su Poética.
En 2002 ahondé en este proceso psicofísico para mi proyecto de suficiencia investigadora y fue amor a primera vista. La suspensión voluntaria de la incredulidad se aplica por ejemplo cuando estamos viendo una película de miedo. Nos «metemos» voluntariamente en ella, y el exponernos a este estímulo crea reacciones físicas y psicológicas en nosotros. Sabemos sobradamente que es mentira, pero decidimos creernos la mentira para disfrutar del juego y no «salirnos».
La verosimilitud depende de factores históricos, sociales, antropológicos, etc. y esta cambiará dependiendo de la creencia del espectador. Se dice que cuando Shakespeare estrenó Macbeth, más de uno salió corriendo del teatro al ver las brujas, porque en aquel entonces (1601, creo) las brujas eran reales. Creer en algo impide el descreimiento, pero no la verosimilitud, que será diferente para cada persona o grupo de personas, dependiendo de sus creencias.
¿Es esto exclusivo del mundo del arte? Válgame Dios, no… No voy a entrar a analizar cómo queremos creer cosas que la publicidad, los gobiernos, nuestra pareja o amigos nos venden, sino en algunos casos actuales que parecen sacados de la fantasía.
En este vídeo puedes ver a una madre que gracias al uso de la realidad virtual «se reúne» con su hija fallecida. Las posibilidades son increíbles (no digo buenas ni malas), y esto es para mí un caso extremo de suspensión voluntaria de la incredulidad. Creo que no hace falta explicar más.
Otro caso curioso: en un restaurante se han puesto maniquíes para que los comensales no se sientan incómodos por la distancia social conforme avanzan las fases de reapertura de la sociedad.
La extrañeza de comer rodeado de maniquíes a los que los camareros le sirven vino supera a la extrañeza creada por la distancia social. Esto es de película de Kubrick, y me pregunto si no pondrán efectos de sonido de restaurante para reforzar la ilusión de verdad.
El club del Gladbach en Alemania y el Horsens en Dinamarca van a colocar figuras de cartón en las gradas para que los jugadores no tengan que jugar con ellas vacías. Los hinchas pueden comprar su figura, verse por la tele, y al final de temporada recibirla en casa. Me pregunto si los estadios tendrán un DJ de efectos sonoros poniendo a todo trapo abucheos, gritos, hinchas coreando y demás, porque si no va a dar un yuyu que no veas. La pregunta interesante es si los futbolistas entrarán en el juego y sentirán el apoyo invisible de la hinchada o si esto se quedará como una mera iniciativa de merchandising futbolero. Y si alucino con esto, con lo del FC Seoul ni te cuento…
Coleridge afirmaba que su poema sobre el Kubla Khan le vino íntegramente en un sueño (no es el primer ni el único artista que afirma este tipo de fenómeno), aunque no lo escribió hasta 20 años más tarde.
¿Verosimil? No mucho. Pero si elegimos creernos algunas mentiras, la vida es más interesante, ¿no?
Jorge Rivera
Director y vividor, cuando me dejan.
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Daniel Mateos Chatin 21/05/2020
Habla usted un pijo de bien.
Bueno…aquí hay materia. Recordemos tb que una de las características del clasicismo francés es esa precisamente, la verosimilitud. En el campo de la ficción (cine, teatro, juegos de rol…) la verosimilitud es necesaria en cuanto la convención entre ambas partes de la sociedad han fijado las reglas del contrato: tu me dices y yo te escucho, luego aplaudiré y tiraré tomates pero, a priori, hay unas reglas convenidas (que no convencionales). En la realidad la pregunta sería si aceptamos unas convenciones o no reguladas por el Dungeon Master para que todo nos sea la verosímil y ,así, más fácil de digerir. Está claro que la realidad son lentejas (o las tomas o las dejas), la cosa es si puedo masticarlas o solo las degluto. Digo yo…
JRivera 21/05/2020 — Autor de la entrada
Bueno, una de las características de todo, diría yo. Los franceses solo lo escribieron con tinta, cargándose entre otras cosas la fantasía… menos mal que llegaron los Románticos… Sturm und Drang über alles!