Quiero pensar que no soy racista, pero seguro que hay algo de ello dentro de mí. Porque el racismo es una parte de nosotros, una parte a la que hay que conocer para poder dominarla.
El siguiente vídeo contiene imágenes que pueden herir la sensibilidad, pero no te pierdas la música.
El racismo no tiene una base biológica, eso está más que demostrado científicamente. El racismo es un constructo social, un concepto abstracto materializado en la sociedad a través de una serie de conductas, leyes u otras convenciones sociales.
Tengo la firme convicción de que el racismo es inherente al ser humano. Podría hablar de xenofobia (pero me parece más dirigido al extranjero), o de aporofobia (dirigido a los pobres). Pero prefiero el concepto de otredad, por eliminar la «fobia» como elemento único. La otredad nos aterra, sí, pero a la vez nos reafirma en nosotros mismos. El otro puede ser alguien más pobre, más rico, de otro partido político, de otro sexo, de otro color, que hable otro lenguaje o incluso dialecto…
Siempre he pensado que estos mecanismos de otredad son parte de nosotros desde que éramos homo loquefuensis (no vayas a buscar esto, que me lo acabo de inventar). Sea por una base neurológica, psicológica, u otra, sentimos tanto repulsión como atracción hacia lo diferente, a menudo incluso a la vez. Y al mezclar esto con dinámicas de grupo, estructuras de poder e ideología, la cosa se complica exponencialmente.
Para atajar estos problemas tan complejos y enquistados en nuestra naturaleza solo existe un camino: la educación. Mirar hacia atrás en la historia, poner las cosas en perspectiva, y comprender.
Hace unos años, tras la masacre de Utøya, se hizo una obra de teatro donde se analizaba el manifiesto del asesino. Protestas y cancelaciones pusieron en tela de juicio la libertad de expresión y la función del arte como herramienta para procesar nuestra realidad.
Miro con fascinación el cambio de imagen y música del Cola-cao, los pases cancelados de «Lo que el viento se llevó«, o que los libros de Pippi Calzaslargas se «reescriban» para quitar alusiones al «rey negro» (artículo en sueco). No es nada nuevo, ya ocurrió con Huckleberry Finn años atrás. Todo esto en aras de una sociedad mejor.
¿Deberíamos alterar o quemar la Odisea, las obras de Shakespeare, tantas de nuestro Siglo de Oro, porque defendían los valores imperantes en su época? Veo una distopía que se parece más a El Nombre de la Rosa que a Fahrenheit 451 o a 1984. Queda claro que el hábito no hace al monje.
Pienso que debemos mirar en ese abismo, ese pasado oscuro, para poder diseccionarlo, enseñarlo y explicarlo. «Cuando definimos el racismo como comportamientos en vez de sentimientos, podemos medirlo. Y transformarlo de un problema imposible a uno que tiene solución«. No lo digo yo, pero estoy de acuerdo. Ya te dije en un post anterior (quizás en varios) que reducimos la complejidad para entenderla. Hagámoslo conscientemente y actuemos.
Si el racismo es un fenómeno cultural, utilicemos la cultura para combatirlo. Usemos el pensamiento y la acción, no la censura.
P.d.: ahora voy a tener que hablar del claiming y la apropiación cultural, pero esto será en otro post…
Jorge Rivera
Director y vividor, cuando me dejan.
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Daniel Mateos Chatín 11/06/2020
Reflexión interresante la tuya, querridísimo Jorrge, interresante (lease con acento moldavo ). Reflexión que, como no podía ser menos, me dispongo a destripar y a descuartizar como si de una mujer victima de cabello rubio de una película «slasher» se tratase.
Comentas que el racismo es un constructo social y es inherente al ser humano y yo aquí percibo una ligera perturbación en la fuerza ya que entiendo por inherente algo innato y propio del ser humano cuando, si no me equivoco, el constructo social se basa en esas convenciones que la sociedad va aprendiendo y reformulando conforme evoluciona. Las reglas del juego se aceptan de mutuo acuerdo y sin justificación debido a la institucionalización (ahí a lo Suicidal) del habito, de la costumbre. Creo que no son innatas o inherentes, son aprendidas al igual que el racismo. Aunque creo que este no es un constructo social como tal; bajo mi punto de vista, el racismo es un prejuicio, y si me apresuras diré que es un prejuicio «como el sombrero de un picaor». Es decir el racista (o el xenofobo o el aporófobo) está completamente seguro de algo de lo que no tiene, y que se me perdone la expresión, ni la más pajolera idea. Pero se la repamplinfa ya que el cuestionarse atenta contra su castillo de naipes, contra el mismo. El constucto, creo yo, trata de dar sentido a la realidad mientras que el prejuicio asume preconcibe y juzga ese sentido de la realidad. Son matices, es cierto.
No soy antropólogo pero creo que sería la rama de la ciencia que mas se acercaría a explicar y contextualizar el porque de esa «otredad», la necesidad de ser miembro de un grupo que nos proteja ante la amenaza exterior. Sea esta amenaza una jauría de tigres dientes de sable con hambre de siete días, una tribu del margen derecho del Pisuerga que quiere nuestras lechugas porque todavía no han descubierto el regadío o el equipo de petanca del barrio que nos lleva ganando desde el Pleistoceno. Quiero decir que el grupo protege y que no es lo mismo que del árbol baje un solo mono a que bajen tropecientos. Ya lo dice el gran Ibañez:-«Todos juntos y en unión hasta darnos el marrón».
Lo curioso y maquiavélico de este constructo social (la unión hace la fuerza) es la posibilidad de modificarlo al antojo de uno (de un listo , hablando en plata) jugando con el miedo atávico a lo desconocido, a la noche mediante la creación de amenazas exteriores inexistentes (los cabezas de turco, los chivos expiatorios, los prejuicios). Al final, ese uno, ese listo se queda con todas las lechugas mientras tu te partes la cara con un tigre diente de sable del otro lado del Pisuerga porque te ha ganado a la petanca.
Para terminar esta parrafada puedo decir, y digo, que censurar no está bien pero que contextualizar y explicar las cosas no está nada mal.
Le guste o no a la Srta Escarlata.
JRivera 11/06/2020 — Autor de la entrada
Bueno, empiezo por el final: decimos lo mismo. Saber de historia nos permitiría apreciar críticamente y no censurar.
Pero respecto a lo otro: yo creo que el hombre tiene ese sentimiento de otredad y a partir de ahí crea leyes. Creo que es algo que tenemos en nosotros, por mucho que algunos consigamos aplacarlo… y que llegado el momento saldrá. Y decir «el hombre es malo por naturaleza» implica un valor, pero eso es algo de lo que nos hace humanos, los juicios de valor. Y cómo nos relacionamos con ellos.
Raquel 11/06/2020
Me gusta como siempre!
Lo políticamente correcto también puede hacer mucho daño.
Ahí hay una delgada línea… Que tampoco es tan delgada. Es solo cuestión de sentido común.
Si hablamos de Hollywood… Hay que borrar de la faz del celuloide TODAS las pelis de Indios y vaqueros. T O D A S.
Yo no entendería el mundo sin Duelo Al Sol. Qué quieres. Debilidades.
El sentido común también pertenece a un tiempo, a unas determinadas condiciones y coordenadas sociales y culturales. Mi abuela hubiera dicho que era de sentido común que una señorita no entrase en un bar….
Imagina la de cosas que otros antes, mucho antes que nosotros, -creyéndose en posesión de la razón- habrán destruido para nosotros.
El Arte debería de ser inmune al sentido común.
Debería de estar despolitizado y ser una forma de expresión desligada del justiciero aquí y ahora, a pesar de pertenecer al aquí y al ahora y ser al mismo tiempo atemporal.
El Arte es un legado. Un reducto de libertad salvaje.
A veces es tan concreto… Otras es Universal. Si has escuchado a Mozart y visto el Guernica lo entenderás.
En este sentido soy una libertaria radical. El «problema» nunca está en el Arte, sino en el ojo del que lo mira. The eye of the beholder. Ahí hay que centrarse.
JRivera 12/06/2020 — Autor de la entrada
Claro. El pasado (arte) es inamovible, el presente está pasando, solo nos queda trabajar en el futuro. La cosa es si lo hacemos con censura y neolengua o si utilizamos el pasado para ver qué salió mal. Y cuando añadimos el concepto de apropiación cultural (que lo haré pronto) ya se lía parda.
Verás lo que me voy a reír como se corrobore la teoría de que Shakespeare era Elizabeth I.